08 febrero 2017

FUENTE: https://www.facebook.com/metodoamarmejor/

A veces me desespero.
Porque algo me dice "ahora" y ese "algo" me desespera. Pero la desesperación es una desesperación distinta. No es ansiedad. No es mental.
La desesperación que yo tengo me nace desde el corazón. Como si mi corazón tuviera vida propia y me guiara. 
A veces, les confieso, mi corazón tiene una fuerza tan grande, tan inmensa, que me lleva puesta. Me subleva. Me revoluciona. 
Es que por eso me desespero. 
Porque el corazón me manda a hacer cosas. Y cuando esa sensación inigualable, que sale desde adentro del pecho, bien adentro, más adentro que cualquier órgano del cuerpo, me atraviesa yo ya no controlo. Ya no estoy a cargo. 
Y entonces, esa fuerza se apodera de mí y me lleva. 
A veces, me lleva a cambiar, otras a hablar, otras a callarme, otras a alejarme, otras a decir lo que tengo que decirle a otros, otras a quedarme al lado, otras a irme para no volver. Porque sino, esa fuerza interior me quema, me hace daño por dentro, me explota, me consume la energía, me desborda. 
Esa fuerza no es mía. Esa fuerza no la tengo yo. Esa fuerza es prestada. 
Y es justamente la fuerza que me quitó la venda de los ojos hace tantos años y, paradójicamente, me mostró la verdadera libertad. 
La fuerza celestial que a todos nos conduce a la nueva vida, a la nueva tierra, al nuevo mundo. 

La fuerza del amor que no podemos evitar. La fuerza del amor verdadero que a algunos locos, nos desespera.


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