10 enero 2016

Para mañana despertar temprano, por eso de ir a trabajar, la noche ya nos tiene hace largo rato acostados.
No dormimos, sin embargo, le leo a mi chica
un poema. Sin importar de quién,
elijo un libro de una fila que se extiende
al borde de la cama. Contra la pared,
libros apoyados en el piso
que se hizo biblioteca al lado del colchón:
no sé cuál leerle, alguno corto,
alguno corto parece lo mejor.
¿Para qué se le lee un poema a una chica,
en la cama, siendo tarde y que mañana hay que ir a trabajar?
Después de escucharlo, me abraza
y no dice nada. Su piel desnuda
me da calor, así, acurrucada, y sé que cierra los ojos,
quiere dormir. Sigo leyendo
los poemas del libro cualquiera, pero pierden gracia ahora y los ojos empiezan a pesar, el velador encandila,
las letras adquieren un volumen difuso. De pronto
creo tener el tono de un poema; dejo el libro
tirado boca abajo, apago la luz y me duermo abrazado.




"Lectura" -Sebastián Hernaiz

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