17 julio 2015

Siempre escuche que la gente se quejaba de estar solos, del silencio y sobre todo de la soledad. Dicen que la soledad, aísla, corroe, lastima, te quita los sueños, las ganas, y que no te enseña nada. Ése es quizás el punto con el que más en contra estoy.
Yo aprendí a manejar la soledad, a tratar con ella, y ahora hasta se me hace necesaria a veces. Para mí, la soledad, el silencio, la tranquilidad son el momento perfecto para vernos, para pensar, para conocernos, para hacernos amigos de nosotros mismos, para querernos, para mimarnos, para poder armarnos de nuevo y volver a empezar.


En estos días me retire de todo lo que me rodeaba porque necesitaba alejarme, desintoxicarme, mirar el panorama, porque había unas cuantas cosas que estaban pasando, que estaba haciendo o dejando que pasaran que no me gustaban. Me fui y aproveche la soledad para encontrar mi camino de vuelta, sacudirme las alitas, emparchar un poquito el corazón, renovar un par de sueños que se habían desdibujado en el camino y apuntar esos pensamientos que iban por buen camino.
Conocí el poder de los pensamientos y sobre todo el poder de la palabra, capaz por eso ahora mismo estoy escribiendo esto, entendí que las cosas son como tienen que ser, que tenía que mantenerme fuerte pase lo que pase (porque yo puedo), que no tengo que cambiar mi forma de ser y que hay millones de errores que cometí y que tengo que corregir. Aprendí que hay cosas con las que no tengo porque lidiar, que no tengo porque aguantar, o pasar o escuchar simplemente PORQUE NO, y esa es una buena excusa. 
Pero sobre todo entendí que dos personas, tengan el vínculo que tengan, pueden “No poder” seguir el mismo camino, o estar en la misma sintonía, simplemente (por una cosa o la otra) no se corresponden. ¡Y no pasa nada! ¡No hay nada que hacer con eso! 

Y punto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario