Por un momento, al mirarlo, sentí que la doceava campanada ya había tocado hace muchísimo tiempo.
Sentí que el carruaje había vuelto a ser una horrible calabaza, mi vestido de noche sólo viejos harapos, los caballos y el conductor, sólo ratas y sapos.
Ya no había más príncipes ni princesas, tampoco finales felices.
Ya no había más historia que contar.
Creo que es hora de despertar y afrontar la realidad...
No hay comentarios:
Publicar un comentario